La forma de ver y entender al niño en la filosofía Montessori es diferente a cómo estamos acostumbrados a verlo y entenderlo. Tradicionalmente el adulto ha sido quien ha dirigido al niño, quien le ha tratado de enseñar a hacer las cosas con la peculiaridad de que muchas de las veces ha terminado haciéndolas por él… Digo tradicionalmente pero en realidad esto está a la orden del día. Muchos padres y educadores siguen tratando al niño de esta manera, como un ser pasivo que se deja llevar.
Si queremos que el niño se desarrolle correctamente tenemos que dejarle actuar en libertad, debemos confiar en él, respetarle y ponernos en su piel.
Es imprescindible que cambiemos nuestra mirada hacia el niño, es decir, tenemos que dejar de verlo como un ser incapaz de hacer nada por sí mismo y totalmente dependiente del adulto. El niño es un ser activo, es una persona que piensa, crea, explora, es el protagonista de su propio desarrollo.
Es cierto que cuando un nace un niño, los primeros meses depende del adulto para sobrevivir ya que es él quien le da de comer, quien le asea y quien aporta la protección y seguridad necesaria.
A pesar de esto, ya desde bien pequeño, al niño hay que permitirle explorar su entorno en libertad y para ello el adulto tiene que preparar un ambiente adecuado y seguro, en el que no encuentre obstáculos para desarrollar el trabajo autónomo.
Otro punto importante es que el adulto tiene que conseguir aprender a observar sin interrumpir. Si estás viendo a tu hijo que intenta llevarse a la boca un trozo de zanahoria cocida pero al cogerla se le cae, luego la chafa con la mano y al intentar llevársela a la boca se le cae otra vez a la mesa. Tú ves que no es capaz de comerse la zanahoria, pero no debes interrumpir su concentración, debes dejarle practicar y poco a poco verás cómo va mejorando y lo consigue él solo. No hay que meter prisa al niño, ni gritarle, ni ponerse nervioso o impaciente.
Hay que confiar en el niño y fomentar un clima de comprensión, libertad, cooperación y respeto.
Estamos hablando de libertad, de dejar actuar al niño… pero no debemos olvidar que el adulto debe ponerle límites. Si se dedica a golpear con un juguete de madera un mueble tendremos que explicarle que puede estropear el material o que se puede hacer daño si lo sigue haciendo. El adulto tiene que hacerle comprender que es muy importante cuidarse a sí mismo, cuidar a los demás y cuidar todo aquello que nos rodea.
Resumiendo, el adulto es el acompañante del niño, permanece a su lado pero le deja actuar, confía en el niño y así se lo hace saber, establece unos límites que tienen que ser respetados y respeta su ritmo, sus intereses y sus necesidades.
Ahora párate a pensar ¿cómo es tu papel con tus hijos/alumnos?