El papel de las educadoras

Acompañamos a los niños y niñas de manera respetuosa

el papel de las educadoras

Acompañamos emocionalmente

El acompañamiento emocional implica saber estar ahí cuando ellos están sintiendo o expresando.

Para acompañar correctamente a los niños tenemos que:

  • Permanecer a su lado incondicionalmente, estés de acuerdo o no con el motivo de su emoción, mostrando una cara amable.
  • Bajar a su altura y mirarle a los ojos.
  • Mantener el contacto físico: podemos abrazarles, acariciarles la mano, el pelo, la espalda…
  • Escuchar atentamente.
  • Tener paciencia.
  • Dejar que se expresen hasta el final, no intentar distraer al niño para que deje de llorar cuanto antes.
  • Dar a sus emociones la importancia que tienen, no sirve el “no pasa nada” o el “no ha sido para tanto”.
  • No etiquetar ni hacer juicios.
  • No culpabilizar. Es importante que nos centremos en el hecho de acompañar sus emociones y no en el hecho de buscar culpables
  • Buscar soluciones cuando esté tranquilo (a veces la tormenta pasa y no necesitan que les ayudemos a encontrar una solución, la encuentran solos).

Ofrecemos seguridad al niño

Velamos por la seguridad y el bienestar de los niños en todo momento. Mientras ellos juegan nosotras les acompañamos; el hecho de permanecer cerca, da al niño seguridad emocional y favorece la creación del vínculo con nosotras.

El niño necesita sentirse protegido, querido, necesita tener cerca a una persona que responda a todas sus necesidades, necesita contacto… para después ser una persona segura, que pueda explorar, que pueda aprender y que sea autónoma.

Somos el modelo a seguir

Los niños aprenden a través de la imitación. Por eso nuestra actitud no tiene que ser un acto espontáneo. Tenemos que luchar contra nuestras propias debilidades para constituirnos como el mejor ejemplo a seguir.

Esto requiere de mucho trabajo personal y de una gran labor de autoconocimiento.

Cuidaremos nuestro lenguaje, nuestro tono de voz, nuestros actos, nuestra actitud.

No interrumpimos su juego

En los momentos de juego libre, no interrumpiremos al niño, no le diremos lo que tiene que hacer, ni corregiremos o evaluaremos los resultados.

El juego debe de ser libre y solo así podrá descubrir el mundo y adquirir multitud de aprendizajes.

Respetamos a cada niño y sus ritmos

Respetamos el ritmo individual y las necesidades de cada niño desde un acompañamiento afectivo. Les hablaremos con respeto, con un lenguaje sencillo y claro, pero no infantil,   agachándonos a su altura y mirándoles a los ojos.

Observamos al niño

Es muy importante la observación; el juego nos proporciona mucha información acerca del niño: cómo es su desarrollo psicomotriz, qué necesidades tiene, qué es lo que más le gusta, qué dificultades presenta, cómo va progresando, cómo se relaciona con los demás…

De esta forma podemos conocer mejor a los niños, saber en qué momento evolutivo se encuentran y ofrecerles las respuestas adecuadas en cada momento.

Preparamos un ambiente adecuado

Preparamos un ambiente adecuado a las necesidades del niño; un ambiente sin peligros, tranquilo y acogedor.

Establecemos límites respetuosos

Tenemos que establecer límites claros y sencillos desde el principio y hacerlo siempre de manera respetuosa.

Los límites son muy necesarios,  generan seguridad en los niños y nos permiten anticiparnos a situaciones que no deben darse.